“Un país que destruye la Escuela Pública no lo hace nunca por dinero, porque falten recursos o su costo sea excesivo. Un país que desmonta la Educación, está gobernado por aquellos que pierden con la difusión del saber”. Ítalo Calvino
El presidente Hipólito Yrigoyen sufre un atentado del que sale ileso
El presidente Hipólito Yrigoyen sufre un atentado del que resulta ileso. El líder radical sale de su casa en la avenida Brasil rumbo a la Rosada. El jefe de la custodia es herido en el abdomen. Los otros custodios y un policía de calle se tirotean con el atacante, que cae muerto de cinco balazos. Se lo identifica como Gualberto Marinelli, militante anarquista. En la imagen: Reconstrucción del atentado contra el presidente Yrigoyen.
El presidente Hipólito Yrigoyen, un verdadero líder popular, vivía en una modesta casa de la calle Brasil 1039 donde, a las 11.30 de la mañana del 24 de diciembre de 1929, subió a un auto con su chofer habitual, Eudosio Giffi, para ir a la Casa Rosada. Junto a Yrigoyen se sentó su médico particular, el Dr. Osvaldo Meabe, y al lado del chofer se ubicó el subcomisario Alfredo Pizzia Bonelli, jefe de la custodia.
Seguido por otro auto en el cual viajaba el personal policial de custodia, Giffi condujo por Brasil hasta cruzar la calle Bernardo de Irigoyen, donde estaba de facción el agente Carlos María Sicilia.
Al pasar frente al Hotel "Tigre", Brasil 924, una persona salió del zaguán revólver en mano y disparó cinco tiros contra el automóvil. El chofer zigzagueó para no presentar blanco mientras el subcomisario Pizzia, herido en el abdomen, y los custodios, repelían el ataque. El agente Sicilia corrió al lugar y fue herido en una pierna, y el atacante resultó muerto de cinco balazos.
Esa tarde, Yrigoyen concurrió a la comisaría a ver los restos de quien fue identificado como el anarquista Gualberto Marinelli.
La Opinión Popular
24 de diciembre de 1929, un martes caluroso y sin noticias de trascendencia. La portada del diario La Nación anunciaba que Londres habilitaba un crédito de cinco millones de libras para el gobierno argentino, y a su vez advertía que la cosecha de trigo no alcanzaría al 50% de las cifras del año anterior. El presidente Hipólito Yrigoyen salió de su casa, en Brasil 1039, acompañado por el doctor Osvaldo Meabe. Arrancaron por Brasil, hacia Bernardo de Irigoyen.
En esa esquina solían reunirse curiosos y otras tantas personas para entregarles cartas y pedidos al presidente, entre ellos muchos empleados públicos por demanda de trabajo. Era una esquina con custodiada reforzada. Detrás, lo seguía el auto vitourette de custodia, conducido por Manuel Guerrero, junto a los comisarios Leopoldo Flores y Orestes Cansanello.
A mitad de cuadra, apenas cruzaron Bernardo de Irigoyen, desde el umbral del Hotel Tigre, en Brasil 924, salió un hombre con movimientos tan nerviosos como rápidos, en dirección al auto presidencial. El hombre, con el pelo revuelto y sin sombrero, sostenía un arma en la mano derecha, temblando y a la vez decidido. El primer disparo dio en el cristal de la portezuela de la derecha, sobre el asiento del doctor Meabe. El vidrio se hizo añicos pero no logró herir al doctor. El segundo disparo fue a baja altura sin siquiera perforar la puerta.
El comisario Alberto Pizzia saltó desde el pescante del auto de custodia para sujetar al hombre. Pero no llegó a su destino, el agresor le dedicó su tercer balazo. El comisario cayó herido en el abdomen, sobre la calle Brasil.
Entonces, el agresor volvió a disparar contra el auto presidencial los dos últimos proyectiles. Uno dio cn el guardabarros y el otro a metros del tanque de nafta. Se terminó la suerte para Gualterio Martinelli, llegó el turno del retroceso.
Sin balas en su arma, retrocedió hasta un auto donde parapetarse. Llegó el turno de la respuesta. El primer disparo vino del chofer del auto presidencial, Manuel Guerrero, y dio en el cuerpo de Martinelli. Ese primer disparo lo volteó contra la vereda, en la puerta de la casa de la familia Romero y Fernández, en Brasil 916. Los que rodeaban al presidente fueron contra el agresor. Primero le pisaron la muñeca para sacarle el arma, un calibre 32 corto.
Entonces, llegó otra cantidad de disparos contra Martinelli, desde todos los rincones y con todas las armas. Se calculó que le dedicaron más de veinte disparos, muchos terminaron en las fachadas de las casas y los locales de la cuadra. Otros cinco se alojaron en el cuerpo del anarquista.
Fuente: Libro "La Mecha Encendida. Los atentados anarquistas en Argentina"