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Sociedad e Interés General - 24-11-2024 / 07:11
24 DE NOVIEMBRE DE 1982: LA PROTESTA EN EL GRAN BUENOS AIRES QUE SE CONVIRTIÓ EN REVUELTA CONTRA LA DICTADURA

El lanusazo, un movimiento vecinal que se animó a los militares genocidas

El lanusazo, un movimiento vecinal que se animó a los militares genocidas
Hacia fines de 1982, el descontento con el gobierno millitar y sus políticas económicas había crecido exponencialmente, sobre todo tras la guerra de Malvinas. En el municipio del sur bonaerense, unos 20 mil vecinos se animaron y le plantaron cara a la dictadura.
El caliente noviembre de 1982 encontraba al Gran Buenos Aires en pie de enojo y protestas que fueron de menor a mayor. Una economía desquiciada reinaba en un país endeudado y aislado tras la derrota militar en Malvinas que dejaba expuestos a los dictadores en toda su barbarie e incapacidad.
 
El denominado "Lanusazo", una pueblada que se le animo a los militares, se produjo el 24 de noviembre de 1982, cuando alrededor de 20 mil vecinos se movilizaron frente a la vieja intendencia de Lanús para repudiar los aumentos de las tasas municipales que imponía la dictadura militar y, si bien fueron reprimidos por la policía, fue un hecho clave para el fortalecimiento de la protesta popular.
 
A fines de 1981 y comienzos de 1982, los reclamos sindicales ganaban espacio, de la mano de un fuerte desempleo, y las organizaciones políticas comenzaban a juntar fuerzas. Así, a fines de 1982, la protesta social se aglutinaba de diversas formas, y los vecinos del partido bonaerense de Lanús hicieron historia con el camino elegido.
 
Enseguida surgió la propuesta de hacer una marcha barrial para que la protesta comenzara a sacar músculo: había peronistas, radicales, comunistas, socialistas, independientes y gente que se había "desenganchado" en los años feroces de la dictadura, y que empezaba a calentar motores.
 
La fecha fijada fue el miércoles 24 de noviembre, y ésa fue la convocatoria que desde un carro lleno de sandías se escuchaba por aquel viejo parlante verdulero. Hacía calor ese día, pero a las cinco en punto de la tarde, como en el eterno poema lorquiano, en el aire estaba claro que algo importante iba a suceder.
 
Desde Villa Diamante y Villa Jardín comenzó la marcha que arrancó con media cuadra de gente, y que al cruzar Valentín Alsina ya sumaba un par de miles: "Los comerciantes cerraban sus negocios y se sumaban a la marcha, de las casas salía gente de todas las edades, era impresionante", dice Ofelia, hoy de 71 años, militante del Frente de Todos.
 
Del otro lado de la vía del ferrocarril Roca, la columna crecía desde Monte Chingolo y Villa Obrera. Pronto llegaron a la estación del tren, y, entonces, los puentes y el túnel no daban abasto para que pasara tanta gente.
 
Entonces, el reloj comenzó a marcar otro tiempo y la primera marcha vecinal y militante contra el "proceso" se corporizó frente al viejo edificio municipal, sobre 25 de Mayo, y la avenida Pavón (hoy Hipólito Yrigoyen, aunque para siempre Pavón en las voces de la calle) se encendió. Gases lacrimógenos, balas de goma, palos, sirenas.
 
Afuera, la represión arreciaba y los manifestantes se defendían. Caían las granadas con gases lacrimógenos y muchas de ellas eran devueltas hacia las filas policiales, que cada vez estaban más apretadas contra las vallas y las paredes del centro de Lanús aquel 24 de noviembre de 1982.
 
Entonces, en una oficina de la Municipalidad, en una reunión entre funcionarios de la intendencia y los vecinos, que parecía una charla en idiomas diferentes, se escuchó la voz de un comisario de la policía bonaerense que expuso la cruda realidad: "Yo puedo parar la represión, pero ustedes hagan que me devuelvan a los cinco policías que tienen los manifestantes".
 
El caprichoso dibujo de la protesta en la calle había derivado en algo impensado por todos: las dos principales columnas de manifestantes (las de Lanús Oeste y Lanús Este, aunque también llagaban vecinos desde la zona de Gerli, por el norte de la avenida Pavón) presionaron sobre los uniformados para obligarlos a retroceder, y, en ese movimiento, cinco policías habían quedado aislados de sus formaciones. Y en manos de los enardecidos vecinos.
 
El regreso a los distintos barrios de Lanús tras la protesta que había explotado en las pantallas de los noticieros nocturnos y en las radios supo a triunfo, a comienzo de otra etapa, a haber podido gritar bien fuerte para que otros vecinos y otras barriadas se sumaran a una pelea que unificaba intereses populares contra una dictadura que arrastraba todos los males juntos: desde las violaciones a los derechos humanos, que ya sabían eran delitos de lesa humanidad, hasta el desastre económico que hacía estallar la bronca en los barrios.
 
El intendente, cuyo olvidable nombre casi nadie memorizó, renunciaba días después. Un aislamiento internacional creciente de la dictadura encabezaba Reynaldo Bignone -había reemplazado a Leopoldo Galtieri tras la rendición en Malvinas- era otro de los puntos salientes del momento: hasta Estados Unidos -que había sido un sostenedor de la dictadura y propiciador del golpe de Estado de 1976- lo dejó sin apoyo, tras alinearse con el Reino Unido en el conflicto del Atlántico Sur.
 
Las elecciones pronto tendrían fecha, 30 de octubre de 1983, y la democracia asomaba para que después no se atrevieran a decir que no le mejoró la vida a nadie. El pueblo de Lanús aportó ese día su empujón al motor de la historia argentina.
 
Fuente: Telam

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